viernes, 3 de abril de 2009

EN COMIÉNDOME A DIOS



me duele tanto de odiarte todo.

mis labios se agrietan de nombrarte.

y mi boca queda con el sabor amargo que deja la sed sin saliva.

ese sabor que solo conocen los que se perdieron en tu desierto de sal.


no logro encarrilar en mi vida que atrapes mis sueños.

Siento que apareces y mis manos olvidan lo que asían.

La piel

de canela torna escamas plateadas.

Me yergo altiva parece que sonrio. Boqueo clemencia y mi espina se hiela de abajo a arriba.


Ya estás y no despierto. Odio la fina duda que lanzas.


Pero ya es tarde. Ya beso el anzuelo que odio.


Desmemoria de una sirena que kiso ser reina y acabo en filetes con salsa verde.

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