martes, 30 de noviembre de 2010

montañas

La nuca caliente apoyada encima de las piernas de Maite.
El viento acariciando la cara de Miguel que está a mi lado.
Tomás hace la foto.
Miguel es el único que mira a la cámara mientras tarda mil horas en enfocar.
Yo descanso mi mirada en algún arbol que se balancea.
Estamos tan lejos de todos.Sobre la colina. Esperando a nadie.
Tomás deja que el índice se meta en la hendidura redonda que dispara el mecanismo de atrapar momentos.




Entonces le veo.
Sólo ese instante.
Como si en realidad la foto que Tomás está haciendo
fuera la de aquel espejismo que parece grabarnos con una cámara de video.
Como si debajo de ese gorro hubiera una llave que abriera las puertas de todos los horrores.
Ninguana de las cosas que pensé que ocurrirían tras la visión de aquel desconocido con gorro pasaron después de que Tomás nos hiciera la foto.
Tomás vino hacia nosotros. Yo pestañeé un par de veces y nunca jamás vi a aquel tipo.
Maite dijo mi sudor le empapaba el pantalon.
Y seguimos caminando hacia el refugio.
Ellos con ganas de llegar.

Yo, esperando a que el pánico me dejara respirar.

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